sábado, 15 de noviembre de 2008

El arte de HACER EL HUMOR, según “PINCEL BRAVO”


Por Néstor Fabio Buitrago Giraldo

Caleb era hijo de Jefoné según el relato que recoge la Biblia de Jerusalén, y fue uno de los encargados de explorar la tierra prometida por encargo de Moisés, de lo cual dio “un informe con toda sinceridad” (Libro de Josué 14, 6 y siguientes). Pues su homónimo quilichagüeño hace exactamente lo mismo que el patriarca bíblico: informar con toda sinceridad… y con un poquito de ironía y humor.

Caleb Antonio Avendaño Mosquera – que así se llama nuestro informante - nació en Santander de Quilichao en 1942. Fueron sus padres Beatriz y Guillermo. Realizó sus primeras letras y dibujos en su tierra natal, y aprendió artes plásticas, dibujo artístico, pintura y caricatura en una academia de Cali y en una tal Universidad Popular Sudamericana en los años 60, en las que fue puliendo su sensibilidad natural. Esa misma sensibilidad artística que lo traicionó el día que su hija Beatriz Elena celebró su fiesta de 15 años, pues cuando fue a decir unas palabras, éstas se ahogaron en el llanto de un padre orgulloso y emocionado. Así es el pintor y caricaturista Caleb, quilichagüeño de pura cepa, mamagallista, buen católico, irreverente, reportero gráfico sin cámara y testigo de humor de la vida diaria de Santander desde hace 40 años… por lo menos. Ni el vértigo de Ménière, que le ha hecho perder parte de su audición en el último año, ha afectado su capacidad de graficar lo que ninguna otra persona se atreve a decir en Quilichao.

Respecto a su vocación dice: “Eran inquietudes de uno como estudiante de dibujar a los profesores, de hacer caricaturas de las enseñanzas del bachillerato”. Empezó su vida laboral en los distintos bancos de Santander, trabajó en una farmacia, en los juzgados y posteriormente pasó a ser docente de dibujo en el Colegio Fernández Guerra, institución en la que laboró durante ocho años… ¿Cuáles años? La respuesta del maestro es definitiva: “Para retener fechas si soy muy malo”. O sea que de aquí en adelante hablaremos de un eterno presente.

Aunque ha explorado diversas técnicas: plumilla, acrílico, acuarela, óleo, dice que la caricatura es más comercial y “hay que buscarle la comodidad a la gente según su capacidad”. Hace algunos años – no deben ser muchos según su conveniente memoria – trabajó como caricaturista para los periódicos El Pueblo y El Caleño, de Cali. “Los periódicos de Santander todos esperan que les haga caricaturas, que les colabore pa´ aumentar su caudal de ventas, pero económicamente no representa nada” dice con cierto aire de desconsuelo y agrega: “En una ocasión un periódico de aquí – me reservo el nombre - se apropió de una caricatura mía, lo que ocasionó cierto disgusto con el dueño. A ellos les gusta conseguir caricaturas gratuitamente, que no les cobre honorarios”.

La culpa es de “Barrilito”
Fue Guillermo Holguín, mejor conocido como ´Barrilito´ - ahora cronista de la patria celestial - quien le puso el apodo de “Pincel Bravo”, debido a la agresividad de sus dibujos. Este periodista de la vieja guardia que conocía las aptitudes de Caleb, lo metió en la caricatura periodística. “Yo le dije que no tenía ni idea y él me empujó. Que tenía que hacer caricatura, que sí podía, me metió en el paseo y yo seguí como caricaturista. Con él estuvimos compartiendo las sillas de los juzgados, él metido en problemas como periodista y yo acompañándolo gráficamente” dice sin dejar de reírse. “Me acostumbré a tener líos con jueces y fiscales y de todos salía airoso. Casi siempre basaba las caricaturas en hechos reales: negligencia y abuso de autoridad, incumplimiento de horarios, desmanes de funcionarios y otras perlas por el estilo, llegando hasta que ellos nos tenían miedo porque no escondíamos nada, todo lo sacábamos a la luz en artículos y en caricaturas. Y se nos respetaba”.
Para Caleb la historia reciente de Santander está registrada en personajes que aún viven y en otros que ya han fallecido, en eventos de la vida particular y política del pueblo, como las tomas guerrilleras que ha sufrido la localidad. Una de ellas ocurrió cuando la sucursal del Banco de Colombia estaba ubicada en la esquina de la calle 5 con carrera 11. Según el maestro, en medio de ese ataque, algunos agentes de policía se escondieron en un baño, otro que estaba de guardia en el hospital salió disfrazado con una pijama, y otro parroquiano más se puso de “zalamero” con una guerrillera que le dijo “metete al carro y no jodás más”, con lo que cayó desmayado el valiente rompecorazones.

No han faltado los problemas, las amenazas y las agresiones físicas. El que más recuerda es el caso de una profesora que se atribuyó el protagonismo de una caricatura titulada “La flor del trabajo”, razón por la cual instauró una acción de tutela que fue fallada a favor del maestro en 1ª y 2ª instancia y se fue a la Corte Constitucional a revisión. Después de un año regresó el abogado de la profesora que había logrado “tumbar” los fallos del juez de Santander, con una orden de la Corte Constitucional que obligaba a Caleb a rectificar – según sus propias palabras - “algo que yo no había dicho”.

Aunque lo expresado en la caricatura no se refería a una persona en particular, él tuvo que hacer una rectificación en una emisora de radio y en un periódico de buen tiraje y cobertura. “Fue una injusticia lo que hicieron conmigo, me colocaron entre la espada y la pared a rectificar algo que no había dicho. De lo contrario hubiera ido a parar a la cárcel por desacato a la Corte Constitucional”.

Sus fuentes están por todas partes. “La gente se encarga de informarme lo que pasa y yo de ponerle la chispa”. Así ocurrió con el infortunado acontecimiento de los gatos rabiosos. “Con el cuento de los gatos del Instituto Técnico tuve que sacar a relucir un problema de unas profesoras del colegio que se tiraron del pelo delante de los alumnos. Eso fue mucho antes, pero yo lo retomé para este caso y concluí en otra caricatura que la agresión de esas profesoras había tenido algo que ver con el gato, porque según el decir de mucha gente una de ellas había mordido al gato y lo había contagiado. Y como el día que se agarraron hubo eclipse de luna, incluí ese fenómeno sideral como parte del cuento”. Así es Caleb, y así seguirá siendo para bien de los caucanos.

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